La firma alemana Vallourec and Mannesman (V&M) proyecta la construcción en Brasil de una planta termoeléctrica que utilizará derivados del carbón vegetal como combustible. La central generará electricidad para la planta siderúrgica que la propia V&M tiene en Barreiro, en la región sudoriental de Minas Gerais. No es que a esta multinacional minera le haya dado por el ecologismo. Lo que ocurre es que esta central no es sólo una buena forma de asegurarse el flujo eléctrico para sus altos hornos sino que, además, sirve para cumplir con el Protocolo de Kioto. En efecto, se calcula que este sistema, más limpio que el carbón o el gasóleo, permitirá reducir 1,15 millones de toneladas equivalentes de CO2 en 21 años, reducción que computa en el haber de la multinacional germana.
Deslocalizar la contaminación
Este procedimiento se conoce como Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) y es el resultado directo de la entrada en vigor del Protocolo de Kioto el pasado 16 de febrero. En efecto, a partir de ahora, cada país que lo haya ratificado tiene asignadas unas cuotas de emisión de gases con efecto invernadero que no deberá sobrepasar. El objetivo para el período 2008-2012 es reducir las emisiones en un 5,2 por ciento respecto a los índices de 1990. Para ello, cada país diseña un Plan Nacional de Asignaciones para distribuir los derechos de emisión. Cuando un país o una empresa superan el límite asignado se ponen en funcionamiento otros mecanismos como los MDL o el comercio de emisiones. Ninguna de estas medidas son el resultado del texto original del Protocolo sino, más bien, de las negociaciones posteriores celebradas en 2001 en Bonn y Marrakech y que hicieron posible la aplicación del acuerdo.
De estas negociaciones surgió una doble vía para escapar de los límites establecidos por el Protocolo de Kioto. La primera, como se ha visto en el caso de V&M, consiste en ayudar a reducir las emisiones en un país considerado en vías de desarrollo gracias a la inversión en energías limpias, renovables o menos contaminantes que los gases con efecto invernadero. A efectos prácticos es como si se hubiese llevado a cabo la reducción en Alemania o España, con la ventaja de que en Brasil o Burundi resulta mucho más barato.
Por otro lado, cada país que supere los límites admitidos podrá comprar derechos de emisión a países que no hayan llegado a las cuotas establecidas para ellos. De esta manera, se cumple con las exigencias del protocolo sin reducir la contaminación. Otra forma de esquivar los compromisos adquiridos es a través de la compra de derechos de emisión de gases menos contaminantes, como por ejemplo el metano o el HCF-23. Esta es la práctica preferida de países como Holanda o Japón.
Un protocolo convertido en negocio
En todos los casos se trata de un jugoso negocio. Por ejemplo, tres multinacionales españolas de la energía (Iberdrola, Unión Fenosa y Endesa) han anunciado inversiones por valor de 650 millones de euros en MDL sólo en América Latina. Y eso que, según la ONG CDM Watch los proyectos que invierten en energías limpias o menos contaminantes constituyen un insignificante 10 por ciento sobre el total de las inversiones. Así, sólo durante el primer semestre de 2004, en el incipiente mercado de derechos y emisiones se vendieron tasas de emisión de metano y otros gases por el equivalente a 64 millones de toneladas de CO2.
Todo el negocio generado alrededor de Kioto se ha acentuado una vez que se ha sabido que el protocolo iba a entrar en vigor. De esta manera, desde el 1 de enero de este mismo año, existe un mercado europeo de intercambio de opciones y futuros sobre emisiones de gases contaminantes, sobre todo de CO2. Es decir, desde la entrada en vigor del acuerdo, cualquier ciudadano, empresa o institución puede invertir en contaminación. Consultores, inversores, brokers y bancos no han tardado en descubrir el filón y los "expertos en CO2" o los "consultores del cambio climático" se han convertido en especies habituales de la fauna financiera.
Según el banco internacional CCC, experto en cambio climático y seguridad energética, las expectativas generadas por la ratificación de Rusia y la posterior puesta en marcha del protocolo han generado fondos por valor de 30.000 millones de euros orientados al "carbon finance" y las tecnologías y mercados de energías limpias en países en vías de desarrollo. Se calcula que, para 2010, las inversiones habrán alcanzado los 200.000 millones de euros. Sólo en España, país que tiene complicado el cumplimiento del objetivo de una reducción del 8 por ciento planteada por la Unión Europea, el mercado de emisiones generará transacciones por valor de 200 millones de euros durante 2005.
A pesar de lo deslumbrante de las cifras y de los beneficios financieros generados por estos mercados, los problemas, paradojas y zonas oscuras de estos mecanismos ensombrecen la flamante puesta en marcha del Protocolo de Kioto. Por ejemplo, de poco sirven las grandes infraestructuras de MDL en países en desarrollo si el compromiso no tiene por qué extenderse más allá de 2012. Además, es cierto que para llegar a un acuerdo de tales dimensiones hay que elaborar una política de mínimos, realista y realizable. Pero no lo es menos que los mercados de emisiones, por ejemplo, que ponen de relevancia una de las paradojas de Kioto: no es necesario reducir la contaminación a escala global. Se trata, más bien, de que contamine el que puede pagarlo, al precio que sea.
Deslocalizar la contaminación
Este procedimiento se conoce como Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) y es el resultado directo de la entrada en vigor del Protocolo de Kioto el pasado 16 de febrero. En efecto, a partir de ahora, cada país que lo haya ratificado tiene asignadas unas cuotas de emisión de gases con efecto invernadero que no deberá sobrepasar. El objetivo para el período 2008-2012 es reducir las emisiones en un 5,2 por ciento respecto a los índices de 1990. Para ello, cada país diseña un Plan Nacional de Asignaciones para distribuir los derechos de emisión. Cuando un país o una empresa superan el límite asignado se ponen en funcionamiento otros mecanismos como los MDL o el comercio de emisiones. Ninguna de estas medidas son el resultado del texto original del Protocolo sino, más bien, de las negociaciones posteriores celebradas en 2001 en Bonn y Marrakech y que hicieron posible la aplicación del acuerdo.
De estas negociaciones surgió una doble vía para escapar de los límites establecidos por el Protocolo de Kioto. La primera, como se ha visto en el caso de V&M, consiste en ayudar a reducir las emisiones en un país considerado en vías de desarrollo gracias a la inversión en energías limpias, renovables o menos contaminantes que los gases con efecto invernadero. A efectos prácticos es como si se hubiese llevado a cabo la reducción en Alemania o España, con la ventaja de que en Brasil o Burundi resulta mucho más barato.
Por otro lado, cada país que supere los límites admitidos podrá comprar derechos de emisión a países que no hayan llegado a las cuotas establecidas para ellos. De esta manera, se cumple con las exigencias del protocolo sin reducir la contaminación. Otra forma de esquivar los compromisos adquiridos es a través de la compra de derechos de emisión de gases menos contaminantes, como por ejemplo el metano o el HCF-23. Esta es la práctica preferida de países como Holanda o Japón.
Un protocolo convertido en negocio
En todos los casos se trata de un jugoso negocio. Por ejemplo, tres multinacionales españolas de la energía (Iberdrola, Unión Fenosa y Endesa) han anunciado inversiones por valor de 650 millones de euros en MDL sólo en América Latina. Y eso que, según la ONG CDM Watch los proyectos que invierten en energías limpias o menos contaminantes constituyen un insignificante 10 por ciento sobre el total de las inversiones. Así, sólo durante el primer semestre de 2004, en el incipiente mercado de derechos y emisiones se vendieron tasas de emisión de metano y otros gases por el equivalente a 64 millones de toneladas de CO2.
Todo el negocio generado alrededor de Kioto se ha acentuado una vez que se ha sabido que el protocolo iba a entrar en vigor. De esta manera, desde el 1 de enero de este mismo año, existe un mercado europeo de intercambio de opciones y futuros sobre emisiones de gases contaminantes, sobre todo de CO2. Es decir, desde la entrada en vigor del acuerdo, cualquier ciudadano, empresa o institución puede invertir en contaminación. Consultores, inversores, brokers y bancos no han tardado en descubrir el filón y los "expertos en CO2" o los "consultores del cambio climático" se han convertido en especies habituales de la fauna financiera.
Según el banco internacional CCC, experto en cambio climático y seguridad energética, las expectativas generadas por la ratificación de Rusia y la posterior puesta en marcha del protocolo han generado fondos por valor de 30.000 millones de euros orientados al "carbon finance" y las tecnologías y mercados de energías limpias en países en vías de desarrollo. Se calcula que, para 2010, las inversiones habrán alcanzado los 200.000 millones de euros. Sólo en España, país que tiene complicado el cumplimiento del objetivo de una reducción del 8 por ciento planteada por la Unión Europea, el mercado de emisiones generará transacciones por valor de 200 millones de euros durante 2005.
A pesar de lo deslumbrante de las cifras y de los beneficios financieros generados por estos mercados, los problemas, paradojas y zonas oscuras de estos mecanismos ensombrecen la flamante puesta en marcha del Protocolo de Kioto. Por ejemplo, de poco sirven las grandes infraestructuras de MDL en países en desarrollo si el compromiso no tiene por qué extenderse más allá de 2012. Además, es cierto que para llegar a un acuerdo de tales dimensiones hay que elaborar una política de mínimos, realista y realizable. Pero no lo es menos que los mercados de emisiones, por ejemplo, que ponen de relevancia una de las paradojas de Kioto: no es necesario reducir la contaminación a escala global. Se trata, más bien, de que contamine el que puede pagarlo, al precio que sea.
INTI
EN VIDEO EL EJEMPLO DE UN BOSQUE RECUPERADO CON BONOS DE CARBONO
(ojo esto tambien aplica a infraestructura como Metros(Santo Domingo), Plantas Solares y Eólicas(Mexico, España, Portugal), etc.
Basicamente todo infraestructura que con su uso pueda remover CO2 de la atmosfera, en el caso de un Metro Electrico, reemplaza miles de unidades de transporte Publico y Privado(gas natural, gasolina o diesel).
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